Los dibujos axonométricos suelen ser presentados como proyecciones cilíndricas. Esto es cierto sólo en algunos casos.
Consideremos por ejemplo que pretendemos dibujar un objeto cúbico en una proyección cilíndrica. Si lo colocamos frente a un plano de proyección, con sus caras frontales paralelas al plano, obtendremos la proyección de un cuadrado en verdadera magnitud. Si lo mantenemos apoyado sobre un plano horizontal, pero lo giramos un poco (digamos, 30º), obtendremos una proyección vertical con las aristas verticales (alturas) en verdadera magnitud, pero las profundidades reducidas por el efecto de la profundidad sobre la proyección. A estos dibujos se los llama “escorzos”. Si ahora tomáramos el mismo cubo y levantáramos un poco el vértice más cercano al plano de proyección, dejando al cubo apoyado sólo en uno de sus vértices, e hiciéramos una proyección vertical, obtendríamos un dibujo en el que ninguna recta estaría en verdadera magnitud. Este dibujo sería, supuestamente, una axonometría.
Sin embargo, las axonometrías que conocemos y dibujamos no son como ese dibujo. Justamente se denominan “axonométricas” porque el dibujo se desarrolla midiendo en el sentido de los ejes, y se construye mucho más como un diagrama de coordenadas que como una proyección.
La construcción del dibujo axonométrico no procede en la práctica por proyección sobre planos, sino que parte materialmente de la hoja en blanco, fija tres ejes que determinan la posición que se asignará a lo frontal, horizontal y lateral, y construye un andamiaje de posiciones de puntos y rectas a partir de medir sobre los ejes y paralelamente a ellos hasta componer la forma representada. El procedimiento es muy parecido a la manera de trazar diagramas cartesianos en matemática o física, al punto que cualquier aparición de un eje “z” en esos diagramas (usualmente referidos a “x” e “y” dispuestos a 90º entre sí) los convierte en modelos semejantes a axonométricas. Es a esta familia de gráficos de tradición científica a los que parece pertenecer la axonometría, y no tanto a las proyecciones, provenientes de la tradición del dibujo pictórico clásico (incluyendo probablemente, como hemos visto, algunas aplicaciones originales de las proyecciones ópticas con lentes).
Quizás por esa distancia respecto de estos orígenes, encontraremos en los manuales de dibujo que a las axonometrías se les asignan problemas de verosimilitud representativa. Es decir, se supone que no se ven parecidas a como vemos las cosas, y que “deforman”, por lo que se nos sugiere que realicemos reducciones de medidas sobre alguno de los ejes para que los objetos representados se vean “mejor”. En la práctica estas reducciones no se aplican casi nunca, al punto que nuestra cultura visual se ha amoldado a la apariencia de las axonometrías y cada vez parecemos asignarle menos importancia (y registrar menos) esta deformación propia del sistema. Por otro lado, sabemos que lo que dibujamos se parece relativamente a lo que vemos, y que el dibujo es para nosotros mucho más una herramienta constructiva e imaginativa que una forma de mímesis para reproducir efectos de la visión.
Pero seguramente por estas circunstancias, la axonometría ha devenido un procedimiento de dibujo especialmente selectivo en la forma de incluir la información, admitiendo mejor que ningún otro acciones descriptivas del objeto representado que muestren supresiones parciales, transparencias, despieces, abatimientos, etc., y toda forma de dibujo más interesada en analizar al objeto que en copiarlo.
Por otro lado, parecen haberse diluido en la práctica sus proximidades con la perspectiva y las proyecciones cónicas. Si en los primeros años del siglo XX las axonometrías dibujadas por Le Corbusier conservaban la condición de dibujo de paisaje, como de perspectivas aéreas, pintadas a colores recortando una imagen de objeto y contexto amalgamados, la propia fuente de su interés por estos dibujos, Auguste Choisy, había impulsado la inclusión de este sistema en la cultura arquitectónica en su manual de historia, cortando y recortando templos para describir los procedimientos constructivos. Estas formas analítico-diagramáticas parecen desplegarse en los dibujos de James Stirling (y de tantísimos otros!) en la segunda mitad del siglo XX, y especialmente en los dibujos secuenciales desarrollados especialmente por Peter Eisenman más tarde.
Estas formas de uso no constituyen una tradición única ni uniforme: cualquier muestreo curioso de los usos de la axonometría evidenciará la permanente tensión entre su difícil condición óptica, mimética, perspectívica y su condición diagramática, abstracta, proyectual.
Para explorar especialmente este terreno analítico, constructivo, del dibujo nos parece adecuado entonces introducir el uso de este sistema en esta etapa del curso.
Roberto Lombardi.
Consideremos por ejemplo que pretendemos dibujar un objeto cúbico en una proyección cilíndrica. Si lo colocamos frente a un plano de proyección, con sus caras frontales paralelas al plano, obtendremos la proyección de un cuadrado en verdadera magnitud. Si lo mantenemos apoyado sobre un plano horizontal, pero lo giramos un poco (digamos, 30º), obtendremos una proyección vertical con las aristas verticales (alturas) en verdadera magnitud, pero las profundidades reducidas por el efecto de la profundidad sobre la proyección. A estos dibujos se los llama “escorzos”. Si ahora tomáramos el mismo cubo y levantáramos un poco el vértice más cercano al plano de proyección, dejando al cubo apoyado sólo en uno de sus vértices, e hiciéramos una proyección vertical, obtendríamos un dibujo en el que ninguna recta estaría en verdadera magnitud. Este dibujo sería, supuestamente, una axonometría.
Sin embargo, las axonometrías que conocemos y dibujamos no son como ese dibujo. Justamente se denominan “axonométricas” porque el dibujo se desarrolla midiendo en el sentido de los ejes, y se construye mucho más como un diagrama de coordenadas que como una proyección.
La construcción del dibujo axonométrico no procede en la práctica por proyección sobre planos, sino que parte materialmente de la hoja en blanco, fija tres ejes que determinan la posición que se asignará a lo frontal, horizontal y lateral, y construye un andamiaje de posiciones de puntos y rectas a partir de medir sobre los ejes y paralelamente a ellos hasta componer la forma representada. El procedimiento es muy parecido a la manera de trazar diagramas cartesianos en matemática o física, al punto que cualquier aparición de un eje “z” en esos diagramas (usualmente referidos a “x” e “y” dispuestos a 90º entre sí) los convierte en modelos semejantes a axonométricas. Es a esta familia de gráficos de tradición científica a los que parece pertenecer la axonometría, y no tanto a las proyecciones, provenientes de la tradición del dibujo pictórico clásico (incluyendo probablemente, como hemos visto, algunas aplicaciones originales de las proyecciones ópticas con lentes).
Quizás por esa distancia respecto de estos orígenes, encontraremos en los manuales de dibujo que a las axonometrías se les asignan problemas de verosimilitud representativa. Es decir, se supone que no se ven parecidas a como vemos las cosas, y que “deforman”, por lo que se nos sugiere que realicemos reducciones de medidas sobre alguno de los ejes para que los objetos representados se vean “mejor”. En la práctica estas reducciones no se aplican casi nunca, al punto que nuestra cultura visual se ha amoldado a la apariencia de las axonometrías y cada vez parecemos asignarle menos importancia (y registrar menos) esta deformación propia del sistema. Por otro lado, sabemos que lo que dibujamos se parece relativamente a lo que vemos, y que el dibujo es para nosotros mucho más una herramienta constructiva e imaginativa que una forma de mímesis para reproducir efectos de la visión.
Pero seguramente por estas circunstancias, la axonometría ha devenido un procedimiento de dibujo especialmente selectivo en la forma de incluir la información, admitiendo mejor que ningún otro acciones descriptivas del objeto representado que muestren supresiones parciales, transparencias, despieces, abatimientos, etc., y toda forma de dibujo más interesada en analizar al objeto que en copiarlo.
Por otro lado, parecen haberse diluido en la práctica sus proximidades con la perspectiva y las proyecciones cónicas. Si en los primeros años del siglo XX las axonometrías dibujadas por Le Corbusier conservaban la condición de dibujo de paisaje, como de perspectivas aéreas, pintadas a colores recortando una imagen de objeto y contexto amalgamados, la propia fuente de su interés por estos dibujos, Auguste Choisy, había impulsado la inclusión de este sistema en la cultura arquitectónica en su manual de historia, cortando y recortando templos para describir los procedimientos constructivos. Estas formas analítico-diagramáticas parecen desplegarse en los dibujos de James Stirling (y de tantísimos otros!) en la segunda mitad del siglo XX, y especialmente en los dibujos secuenciales desarrollados especialmente por Peter Eisenman más tarde.
Estas formas de uso no constituyen una tradición única ni uniforme: cualquier muestreo curioso de los usos de la axonometría evidenciará la permanente tensión entre su difícil condición óptica, mimética, perspectívica y su condición diagramática, abstracta, proyectual.
Para explorar especialmente este terreno analítico, constructivo, del dibujo nos parece adecuado entonces introducir el uso de este sistema en esta etapa del curso.
Roberto Lombardi.
1 comentario:
Como quiero comenzar a estudiar arquitectura, me piden dar varios exámenes de matematica, y a pesar de que no me guste debo aprobar los mismos. Por eso estoy estudiando mucho geometria analitica
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